jueves, 10 de marzo de 2011

Sobre la incongruencia de la esperanza o Extrañando a Jello Biafra


Hacer música panfletaria vende tanto que cualquiera se hace el working class hero y sale en MTV, ahí está Bono, ahí hay una montaña de hipócritas que encontraron una forma cómoda de lavar sus culpas de dinero y fama. Ni el rockero ni el futbolista trabajan, ese es el encanto, ese es el engaño… quizá el boxeador pero no el rockero estrella ni el delantero goleador, semidioses de nuestros rituales de manufactura china tan mal logrados como la misa de gallo o la primera comunión.



Ahí está Fat Mike quien no se ha convertido en más payaso a medida que ha perdido el sobrepeso que le daba sentido al mote (no es él, soy yo quien se ha vuelto un amargado). Su bien sabido fanatismo a la cocaina lo habrá adelgazado. Que no se me mal interprete, si el propio Fat Mike me invitara una raya la inhalaría con gusto y deseperación y hasta le robaría dos más del espejo. Si la culpa sacude, no queda más que delegar la responsabilidad a las políticas prohibicionistas gringas. Pero es que yo no escribí una canción que habla sobra la incapacidad de los gringos de ver más allá de ellos mismos. Esto lo escuché de una amiga, una gringa por cierto, quizá una de las personas más inteligentes que haya conocido: “Deberías de dejar la cocaína, como un acto pólitico…”, decía. Y esque el famélico Miguel ha dejado de oler el rastro de sangre tan próximo a sus narices adormiladas, sin darse cuenta del cementerio que se esconde bajo la frontera de su país. Parece que en tiempos de Obama, una vez que los rancheros dejaron de ser el enemigo, se pueden soltar las riendas y dejar que las canciones anti-bush no sean sino fotografías en el cuadro de honor del falso compromiso político. No clamo por santos, y sin embargo mi ingenuidad me traiciona de nuevo… Me arrepiento de estas líneas (no de las otras)… ¿Cómo creer que una palabra como la congruencia reviste algún significado? Ya me recuerdo a mí mismo emborrachándome y diciendo ante las miradas de mis amigos, para quedar bien, que uno es capaz de vislumbrar el halo de un gran espíritu cuando atestiguamos como pensamientos y palabras -sin importar la distancia de éstas con las nuestras- aterrizan en acciones. Como si olvidara que pensar es más fácil que hacer y entonces pretendo actuar sin haber pensado, prefiero refugiarme en un vacío innato, artificial, ingenuo otra vez. La lobotomía adolescente también libra de culpas, como si ignorando a los murmullos los ahuyentara de mi cabeza; voces que se opacan como farolas viejas a la distancia y además en sentido opuesto al camino por el que siempre decido andar. Pero ahí siguen a pesar de mi empeño por transformarlas en las saladas lágrimas de un pez en mar abierto*. Aún así, extraño a Jello Biafra.

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